La Semana Mundial de la Lactancia Materna se celebra actualmente del 1 al 7 de agosto y el lema de este año es “Amamantar y trabajar: ¡hagámoslo posible!”. Este eslogan enfatiza la necesidad de una licencia de maternidad de al menos 18 semanas, preferiblemente más allá de los seis meses, como recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin embargo, también es crucial considerar la importancia del descanso para las mujeres al reincorporarse a la fuerza laboral.

Evidencia científica reciente presentada por la Sociedad Española del Sueño (SES) revela que los bebés alimentados con leche materna tienden a dormir más y mejor en comparación con los alimentados con leche artificial, lo que desmiente la antigua creencia de que los bebés alimentados con fórmula duermen mejor durante la noche. La composición de la leche materna cambia a lo largo del día, con niveles más altos de melatonina y nucleótidos que promueven el sueño presentes durante la noche, según explica Gonzalo Pin Arboledas, miembro del grupo de trabajo de SES Pediatrics.

La lactancia materna también juega un papel en establecer y consolidar los patrones de sueño y el reloj biológico del niño antes y con menos complicaciones. Refuta el mito de que los bebés alimentados con fórmula duermen mejor, una idea que surgió en los años 60, 70 y 80, época de prevalencia de la lactancia artificial, considerada un símbolo de estatus y que supuestamente mejoraba la calidad de vida y el desarrollo del niño. La evidencia científica demuestra que esta noción es falsa.

Con motivo de la Semana Mundial de la Lactancia Materna, los expertos destacan la íntima relación entre la lactancia materna y el sueño, afirmando que uno afecta al otro y viceversa, aspecto visto desde una perspectiva evolutiva.

Las madres que amamantan también se benefician de la práctica, ya que normalmente duermen alrededor de media hora más por noche y experimentan períodos más largos de sueño profundo en comparación con las que optan por la alimentación con fórmula.

Durante los primeros seis meses de vida, los recién nacidos exhiben un ritmo biológico coordinado de sueño y lactancia, con alimentación cada dos a cuatro horas. A medida que se introduce la alimentación complementaria alrededor del sexto mes, se producen cambios fisiológicos en el niño que influyen en la relación sueño-lactancia.

La leche materna contiene más de 300 nutrientes y aporta cantidades exactas de grasas, azúcares, agua, proteínas y vitaminas, por lo que es un alimento ideal, completo y saludable para recién nacidos y niños menores de dos años.

Varias organizaciones, incluida la Alianza Mundial para la Lactancia Materna (WABA) y la OMS, han subrayado los beneficios de la leche materna para los recién nacidos, como el crecimiento óptimo, la reducción del riesgo de desnutrición y la protección contra enfermedades infantiles prevalentes como diarrea, alergias, asma y infecciones respiratorias. La lactancia materna también reduce el riesgo de muerte súbita y minimiza los cólicos en los bebés, proporciona una hidratación adecuada, ofrece la mejor biodisponibilidad de nutrientes esenciales, apoya el desarrollo emocional e intelectual y ayuda a prevenir futuros problemas de salud mental.

A pesar de estos beneficios, los datos de la OMS indican que más de 500 millones de mujeres trabajadoras carecen de la protección esencial de la maternidad en las leyes nacionales, y solo el 20 % de los países exigen a los empleadores que ofrezcan descansos pagados y facilidades para amamantar o extraer leche. De ahí la importancia de promover y apoyar la lactancia materna en la reincorporación al trabajo, con el objetivo de implementar acciones específicas que brinden el apoyo laboral necesario durante esta etapa.