El miedo al aislamiento entre los rusos ha aumentado debido al cierre casi total de la frontera con Finlandia, un país con estrechos vínculos familiares y laborales. Finlandia había sido una puerta de entrada crucial a Occidente desde la suspensión de las comunicaciones aéreas con los países occidentales tras la guerra en Ucrania. El cierre del tren Allegro y la reducción de los puestos fronterizos debido al aumento de la inmigración procedente de Oriente Medio han alimentado el pánico.

Muchos rusos, especialmente en regiones como Leningrado, Karelia y Murmansk, tienen familiares en Finlandia. La decisión de cerrar la frontera ha causado indignación, y las comunidades han expresado su descontento en las redes sociales y mediante peticiones. El Kremlin acusó a Finlandia de una política «rusófoba», pero Moscú finalmente adoptó una postura más conciliadora. Si bien se descartaron negociaciones, se consideró la posibilidad de realizar consultas diplomáticas.

A pesar de las protestas, Helsinki extendió el cierre de fronteras hasta el 23 de diciembre, afectando tanto a familias como a empresas. Algunos rusos han perdido la esperanza de recuperar el dinero para los gastos de viaje. Existe la preocupación de que otros países como Noruega y los países bálticos puedan seguir el ejemplo y cerrar sus fronteras con Rusia si aumentan las presiones migratorias.